Nací en Zaragoza, un 24 de julio de 1970, en el popular barrio de Delicias, donde viví con mis padres y mis hermanos, Pili y Kiko. Ocupar la tercera posición entre los hijos me convirtió en la más mimada y consentida de los tres e hizo de mi infancia un mundo absolutamente feliz, lleno de perfiles y de posibilidades.
Posibilidades como el baloncesto (ahora que está tan de moda en mi partido) que me permitió salir de mi burbuja infantil y participar de valores imprescindibles en la vida, como el trabajo en equipo, la toma de decisiones y la asunción de responsabilidades.
Pero había más cosas agazapadas en esa primera etapa que esperaban su oportunidad para componer mi relato personal, como el Campamento Virgen Blanca, que me descubrió el universo infinito de la montaña. Fue un tiempo de amistad con mayúsculas, además de una escuela de valores progresistas que fueron conformando mi conciencia y mis ideales, casi sin darme cuenta.
El 23 de febrero del año del golpe de Estado, un coche que se saltó un semáforo me llevó por primera vez en mi vida ( no lo sabía entonces) al hospital, donde empezó a gestarse mi yo más combativo. Es un ingrediente imperceptible en el día a día, pero es el que te hace reaccionar contra lo que no te gusta, el que te hace sacar fuerzas de flaqueza, aunque sea con la excusa de una escayola.
Mis inquietudes se fueron orientando, aunque no sosegando. Me formé en técnicas y asuntos vinculados con la juventud. Obtuve los títulos de Monitora y Directora de Tiempo Libre, y más adelante llegué a la dirección de la Escuela de Cruz Roja Aragón, donde también me integré en el equipo de profesores.
El tiempo de estudio abrió las puertas de la Universidad de Zaragoza y cursé Graduado Social. Más adelante me licencié en Ciencias del Trabajo. También soy Educadora Social por el Colegio de Educadores Sociales de Galicia, y cuento con Diploma de Especialización en Técnicas de Participación Ciudadana.
Todo eso fue dando poco a poco unidad a mi pequeño relato vital. Así llegó el trabajo en entidades sociales, que me fue captando con fuerza. Participé en distintas asociaciones. En 1996 fui Secretaria General de Juventudes Socialistas de Aragón, y miembro de la Comisión Ejecutiva Federal de Juventudes Socialistas de España, siendo responsable de la secretaria de Empleo y Vivienda. Trabajé en la UGT y en 1999 me incorporé a las tareas de asesora en el Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento de Zaragoza. El compromiso ya se había establecido. El pensamiento ya tenía claves colectivas.
Ser Concejal del Ayuntamiento de Zaragoza fue un reto y es un esfuerzo intenso, pero me siento una privilegiada por representar a los ciudadanos en el consistorio. Desde Régimen Interior, Participación Ciudadana, Fomento y Turismo, o ahora, en la oposición, este trabajo te obliga a reinventarte para ofrecer soluciones y salidas a los vecinos, multiplica la implicación y el rigor en el intento de conseguir una ciudad mejor. Miras a las personas más de cerca.
Uno de los logros de los que más orgullosa estoy es del impulso, de la mano de funcionarios comprometidos, del proyecto de Zaragoza Activa, espacio de creatividad y emprendimiento para los jóvenes. En la actualidad, soy Presidenta del Distrito del Rabal, lugar donde vivo, y donde paseo enamorada de sus calles, de sus vecinos, y de esa historia que te asalta en cada rincón y nos define de una manera silenciosa e inexorable.
Como la vida tiene muchos retazos, en octubre de 2014 volví al hospital, esta vez tras diagnosticarme un cáncer de pecho. Fue un momento muy duro en mi vida, de esos que sientes que te precipitas en un abismo insondable, pero la enfermedad me enseñó a distinguir lo importante de lo superfluo. Ha sido un año de profunda reflexión personal, y me ha hecho consciente de lo importante que es luchar por ser feliz, de lo plena que es la vida, de la importancia que tiene disfrutar en todo momento de los tuyos, de tu gente, de tu familia.